lunes, 23 de mayo de 2016

Consuelo

Fue una de las primeras ternuras que me acercó la enfermedad…no fue la única, quizás sólo la primera de muchas… Una vecina, alertada por mis recurrentes viajes, los ladridos de los perros solos por horas, y la vereda sucia por varios días, vino a preguntarme si pasaba algo… Honestamente -como había decidido manejarme- le dije, sin demasiados preámbulos, que me habían diagnosticado cáncer de mama y que iban a sacarme la teta… Ella me miró, los ojitos turbios, las manos tensas, y creo que sin saber demasiado qué decirme, cómo consolarme, hurgó entre sus más absurdas esperanzas y me dijo: “No te preocupes, Miriam, no te preocupes, ya te va a volver a crecer”… Y yo la abracé con el alma...

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