lunes, 30 de mayo de 2016

Metáfora

Ernesto, mi médico reparador, no me dejó ver en el espejo de su consultorio cuando me cambió las vendas por primera vez, después de la mastectomía. -Vas a hacerlo en tu casa, tranquila. No me dijo que estuviera sola. Y yo no lo pensé, confiada, quizá demasiado. Claro que después me arrepentí. No debería haber esperado estar sola para entrar al baño y enfrentar el espejo. No debería haber estado sola en la casa en ese momento. Cuando saqué las vendas, y me ví, se me aflojaron las rodillas, sentí que me caía, me senté al borde la bañera con el estómago dando vueltas, nauseosa, asqueada… hasta que salieron las lágrimas, y empecé a respirar hondo y pausado para poder enfrentar otra vez el espejo. Enfrentarme. Después de eso, aprendí. La próxima vez que me tocó enfrentar el espejo en condiciones similares, esperé no estar sola en la casa. Como una metáfora de la enfermedad, uno está solo para enfrentarla, pero detrás de la puerta, al alcance de la mano, a tiro de palabra, alguien debe estar acompañando…

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